Era un viernes por la mañana, y nuestro grupo de intrépidos viajeros estaba listo para algo diferente. ¿Qué tal escapar a un lugar que combina la magia de una playa con la majestuosidad de una laguna de montaña? Así que, sin más, nos lanzamos a la aventura en busca de la Playa Blanca en la Laguna de Tota.
Nuestro viaje comenzó con un viaje en auto que nos llevó a través de paisajes que parecían sacados de una postal. Montañas verdes, pueblos pintorescos y un cielo azul que parecía eterno. Pero, ¿dónde está la playa, se preguntarán? ¡Ah, amigos, eso es parte de la sorpresa!
Llegamos a Aquitania, el pequeño pueblo que sirve como puerta de entrada a la Laguna de Tota. A primera vista, parecía un pueblo tranquilo, pero había un aire de expectativa. Tal vez era la anticipación de los locales al ver nuevos visitantes, o tal vez era nuestra propia emoción desbordada.
Después de un breve paseo por Aquitania, llegamos a la orilla de la Laguna de Tota. ¡Y vaya vista! La laguna, con sus aguas tranquilas y reflejos de las nubes, parecía un espejo gigante. Pero aún no habíamos llegado a nuestro destino final: la famosa Playa Blanca.
Nos subimos a una lancha que nos llevaría a la otra orilla. El viaje fue una mezcla de carcajadas, fotos para Instagram y, no lo vamos a negar, un poco de frío. ¡Sí, en Boyacá el clima puede ser traicionero! Pero valió la pena. Al acercarnos, la Playa Blanca empezó a revelarse ante nuestros ojos: una franja de arena rodeada por el verde intenso de los Andes. ¡Increíble!
La playa en sí es un contraste sorprendente. Arena fina, agua cristalina, y sí, un poco fría. Pero eso no nos detuvo. Algunos valientes del grupo se animaron a darse un chapuzón, mientras otros preferimos la exploración terrestre, caminando por la orilla y disfrutando del paisaje.
Pero no todo fue jugar y relajarse. También aprendimos un poco sobre la importancia de la Laguna de Tota para la región, no solo como atracción turística, sino como fuente vital de agua y ecosistema. Es un recordatorio de que lugares así deben ser apreciados y protegidos.
Después de unas horas de disfrute, risas y muchas fotos, era hora de volver. Mientras la lancha nos alejaba de la Playa Blanca, todos en el grupo compartimos una mirada de satisfacción. Habíamos encontrado un tesoro en Boyacá, un lugar que combinaba belleza natural, aventura y un toque de magia.
¿Quieres vivir una experiencia similar? Ven y descubre la Playa Blanca en la Laguna de Tota. Te prometemos que será una aventura que no olvidarás. ¡Y quién sabe, tal vez nos encontremos allí, disfrutando del paraíso escondido de Boyacá!